Infartos y enfermedades infecciosas: Advierten sobre los efectos adversos del cambio de hora

Este sábado 7 de septiembre, los relojes se adelantarán una hora, para dar paso al horario de verano, cambios que año tras año alteran nuestros ritmos biológicos. Pero ¿Cuáles son las verdaderas consecuencias de este ajuste en nuestro organismo? El doctor John Ewer, experto en relojes biológicos e investigador del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso (CINV UV), entrega luces sobre el tema.

Según el especialista, quien también es académico de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valparaíso, el cambio de hora que se avecina es especialmente perjudicial: la pérdida de sueño, el aumento del riesgo de accidentes y enfermedades, y las dificultades para adaptarnos a este nuevo horario son solo algunas de las consecuencias de este ajuste en el organismo.

“El próximo cambio de hora es muy malo, ya que implica tener que levantarse más temprano y por eso perderemos una hora más de sueño. Si normalmente te despiertas a las siete de la mañana, a partir del lunes tendrás que levantarte a las seis de la mañana de hoy. Este desfase provocará que muchas personas se sientan más somnolientas, lo que puede aumentar el número de accidentes. Además, diversos estudios realizados en varios países han revelado el verdadero impacto de los cambios de horario, siendo el más alarmante el aumento en el número de infartos. Este incremento ocurre, sobre todo, los lunes y martes posteriores al cambio de hora en primavera, justamente el que se avecina”.

Enfermedades infecciosas

El doctor Ewer advierte de otro factor que no se había considerado hasta ahora, y que da cuenta de los efectos negativos de la medida: el aumento de enfermedades infecciosas.

“Junto a los investigadores Liliana Bustos, enfermera y doctora en Neurociencias, y Jean Paul Maidana, ingeniero civil Matemático y doctor en Estadística, hemos estado revisando las bases de datos del Ministerio de Salud, enfocándonos en los ingresos hospitalarios en diferentes regiones del país a lo largo de los años. Lo que hemos observado es realmente interesante: después de este cambio de hora, se produce un aumento en las hospitalizaciones por enfermedades infecciosas. Además se observa que la tendencia estacional, que es normalmente a la baja a medida que nos aproximamos al verano, ya no baja tan rápidamente. Así, y a diferencia de otros efectos agudos causados por este cambio de hora, este es un efecto sostenido en el tiempo”, señala Ewer.

Complementa el investigador: “Una posible explicación es que al levantarnos más temprano, nos enfrentamos a temperaturas más frías durante la mañana. Este efecto se extiende por varias semanas y afecta a distintos grupos etarios de diferentes regiones, generando un impacto considerable en el sistema de salud, debido al aumento sostenido de hospitalizaciones, lo que implica un costo adicional para el sistema público de salud”.

Asimismo, al investigador le preocupa que este nuevo cambio de hora amplificará la ya significativa falta de sueño que afecta a una gran parte de la población. “Al tener que levantarnos más temprano de lo habitual, se pierde aún más tiempo de sueño, lo cual no solo afecta el rendimiento diario y la capacidad de aprendizaje, sino que también tiene consecuencias fisiológicas negativas. La falta de sueño es grave: es muy importante dormir, no solo para un mejor desempeño y aprendizaje, por ejemplo, sino también  porque fisiológicamente es malo perder sueño”.

Aunque en teoría podríamos intentar mitigar estos efectos ajustando nuestra rutina y acostándonos una hora antes, en la práctica esto es complicado, advierte el investigador.

“En relación a que  si se puede hacer algo al respecto, si uno es muy ordenado  quizás se pueda acostar  una hora antes, pero todos sabemos que  uno no puede llegar y decir sabes que me quiero acostar a esta hora porque tengo que dormir  más temprano. No funcionamos así. Nuestro reloj biológico está estrechamente vinculado al ciclo de luz solar, lo que hace difícil sincronizar el sueño simplemente por decisión propia. Lo que determina cuándo despertar  naturalmente  es el  inicio del día y eso está gobernado por la hora  en que  se levanta el sol”.

También subraya que “en general, los adultos suelen preferir el llamado horario de verano, ya que tendemos a despertarnos naturalmente más temprano. Sin embargo, los más afectados por este cambio son los niños, y especialmente los adolescentes. Por su naturaleza biológica, los adolescentes tienden a despertarse dos o tres horas más tarde que los adultos. Esto agrava el déficit de sueño que ya padecen, el cual es considerablemente alto. Actualmente, muchos adolescentes no logran conciliar el sueño antes de la 1 o 2 de la madrugada, y si deben levantarse a las 7 de la mañana, solo duermen alrededor de cinco horas, muy por debajo de lo recomendado para cualquier persona. Este cambio de horario solo empeora la situación”.

Desde la perspectiva de los ritmos circadianos ¿Cómo podemos adaptarnos de manera más efectiva al cambio de hora para minimizar los efectos negativos en nuestra salud? Según el doctor Ewer, la realidad es que no hay mucho que se pueda hacer para mitigar los efectos del cambio de hora.

“El momento en que nuestro cuerpo se despierta no está determinado por el reloj que portamos en la mano, sino por la salida del sol. Aunque tratar de acostarse un poco antes puede ayudar a recuperar algo del sueño perdido, esta situación no se mejora realmente. No es que uno se acostumbre. En realidad, la sensación de adaptación es el resultado de que, a medida que nos acercamos al verano, el sol amanece más temprano –dos a tres minutos por día-, reduciendo la diferencia entre el horario anterior y el nuevo. Así, biológicamente no nos adaptamos al cambio de horario; el efecto disminuye porque el sol, al salir cada día un poco más temprano, contribuye a suavizar el impacto”.

En este contexto, el cambio de hora representa un desafío considerable para nuestro organismo. El doctor John Ewer releva la importancia de reconsiderar la pertinencia de mantener esta medida, que afecta de manera negativa la salud y bienestar de las personas.